Como augurio (benéfico) para el Nuevo Año (2012) se han presentado los Reyes con dos textos (que algo de textículos tienen, la verdad) como no se los puede imaginar más risueños.
El uno contiene remedios tan útiles como para quitarse las pecas de la cara, la depilación definitiva (sin láser, con cal viva), hacer que graje un cuervo pintado en la pared, introducir una carta en un huevo (¡sí, sí, pásmense!) o hacer que un pollo o capón ya servido en la mesa y bien cocido salte para susto o regocijo de los comensales. No cabe sino preguntarse cómo puede haber pasado la moderna humanidad sin todos estos reparos y lindezas de manifiesta utilidad pública y privada. Nadie como Víctor Infantes para adivinar la necesidad de la nueva puesta en circulación de este texto en los tiempos que corren. Ahí va la referencia:
Juan Agüero de Trasmiera, Probadas flores romanas de famosos y doctos varones, compuestas para salud y reparo de los cuerpos humanos y gentilezas de hombres de palacio y de crianza (c. 1512), prospecto y edición de Víctor Infantes, Madrid: Turpin Ediciones [Los Libros de Sansueña, 2], 2011.
El otro contiene una pequeña historia grotesca, una extravagancia popular, pero que al mismo tiempo recuerda a esos modelos de ironía, sarcasmo o simple y puro alegre ingenio entre los que se pueden citar nombres como Sinesio de Cirene, Boccaccio o Quevedo. Se trata de un cuentecito que relata una abuela a su nieto (¡oh, aquellas infancias de oídos no tan castos como los de hoy!) recogido por tradición oral en Banzi (Potenza). El texto «original» viene acompañado de una traducción toscana, pero el sabor del primero conviene paladearlo aunque no se entienda de la misa la media, por el puro gusto del galimatías. La historia es tan edificante como su tema: los tres pedos que se tiró un borrico. ¿Quién se resiste a saber en qué para la cosa? Ahí va también la referencia:
I tre peti dell’asino, a cura di Michele Feo, con 4 immagini di Maria Coviello, Pontedera: Bandecchi & Vivaldi [Befanini & Carpinesi, 20], 2012.